El sello más emblemático de RNE, "España a las 8", recientemente recuperado con acierto, ha celebrado sus bodas de oro, reuniendo a varios de los destacados profesionales que dirigieron este informativo de la mañana, desde Lalo Azcona a Luis de Benito. Durante años, los dirigentes de la radio pública creyeron erróneamente que ya era l
“España a las 8” adquirió notoriedad, porque supuso una ruptura con el sonido de la radio de combate y propaganda que creó el propio dictador Franco. Un periodista se ponía al frente del espacio, no solo desde la redacción, sino tomando el timón de todo programa de radio, el micrófono.
Manuel Butler, técnico de RNE, años 70 en el Control Central
Ya no contaba tanto la perfección y formalidad de la palabra que había pasado a veces a ser obsesión y se había convertido en una barrera para comunicar, que las voces y formas de expresión menos perfectas rompían más fácilmente.
El gran hallazgo de las "españas", como llamábamos al programa dentro de la casa, porque pasó a ser "España a las 6" ...7 y 8 cuando se amplió su horario, fue sin duda la "Rueda de Corresponsales", algo que solo la potencia, entonces, de la radio estatal podía permitirse, además de por la exclusividad en la información de actualidad de que gozaba frente a la prohibición a las demás emisoras de difundir noticias de índole política o social. La idea era muy simple y muy compleja a la vez: abrir una "conexión múltiple y simultánea" con cada corresponsalía de la emisora: "París, Londres, Nueva York"... pregonaba Victoriano Fernández Asís, con su voz atronadora y su tono rotundo.
Llegó a ser necesaria incluso, para llevar a cabo la idea, "inventar" una nueva mesa de mezclas de manera que recibiera todas las señales provenientes de las corresponsalías y devolviera todas ellas a cada corresponsal, excepto la suya. Los técnicos de la época se encargaron de su diseño.
Y como por arte de magia, sonaban en nuestras casas las voces de aquellos lejanos corresponsales: Cirilo Rodríguez, Jesús Hermida, Angel Roselló, Mariano González Aboín, Carlos Riera, y hasta desde Moscú llegaba , eso sí con interferencias que muchos achacaban al poder de control del KGB, la voz gritada en la distancia del corresponsal Francisco Eguiagaray. "Grita más" le decían los técnicos para poder enmascarar los ruidos de fondo. La rueda de corresponsales en aquellos años, a través de un hilo telefónico era el único modo de percibir al instante el pulso de las capitales del mundo. Quién podría imaginar, que pasadas unas décadas, ese milagro lo tendría en su mano cualquier quinceañero desde un artilugio de unos centímetros por el que no solo escucha voces del otro lado del mundo, sino recibe millones de imágenes y sonidos que por su abundancia y facilidad de acceso, han perdido del todo la emoción de lo raro, de lo remoto.