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  • Guillermo Orduna

El pacto verosímil


No parece a estas alturas muy verosímil que PSOE y Podemos vayan a entenderse, a pesar del loable esfuerzo de Alberto Garzón por poner en la misma mesa a ambos, junto a otros posibles socios de la izquierda. Ya sabemos que las opciones que hay para gobernar son: el pacto de Sánchez con Iglesias en el que éste permite al primero ser su presidente. No parece muy de recibo. La otra, es un pacto PSOE-Ciudadanos que necesita además la abstención de los de Iglesias o de los populares. La tercera es el acuerdo entre PP y Ciudadanos sobre el que Albert Rivera tiene cada vez más reparos, mientras le crecen los corruptos a cada hora al Partido Popular.

¿Qué puede pasar entonces entre el 2 y el 5 de marzo en las votaciones de investidura? Casi todos están convencidos de que ir a nuevas elecciones no es útil para nadie: arrojaría unos resultados que seguirían siendo de bloqueo. Es bastante verosímil que con la escalada de arrogancia y golpes de efecto de Pablo Iglesias, a los socialistas les sea fácil romper su línea de entendimiento con los podemitas, a los que podrían acusar de intransigencia y extremismo. Superado este punto que quedará despejado en un par de días, la opción que se abre es la de un pacto de Rivera con Sánchez, que seguramente está más avanzado de lo que reconocen ambos y que permitiría gobernar al líder del Psoe más cómodamente, librarse del socio que desconfía de él y tener a Rivera como aliado a pesar de haberlo incluido en "las derechas" durante la campaña, pero sin haber traspasado las líneas de la descortesía como hizo con Rajoy. Para ello será más fácil la abstención del PP, aunque a día de hoy Rajoy se niega en banda a facilitar el gobierno a su principal adversario. Y será relativamente fácil por varias razones: primera porque Rajoy tiene cero posibilidades de volver a ser Presidente, cada vez está más debilitado en su partido, se ha desautorizado a sí mismo por el error de rechazar ser candidato, y la corrupción va comiendo poco a poco toda la estructura de su partido, mientras las presiones externas van a ir en aumento para que evite elecciones y aleje el “peligro” Podemos. Al final no le quedaría otra que aceptar por "el interés de España" (aunque en realidad sea por el interés del PP), abstenerse y permitir que gobierne Pedro Sánchez con Rivera dentro del gobierno o apoyándolo. Es la menos mala de las soluciones para el PP que en unos nuevos comicios no iba a remontar y además no le excluye del poder, por la fuerza de su mayoría absoluta en el Senado que le permite controlar las reformas constitucionales; mientras tanto el PP se repliega, se regenera internamente y busca un nuevo líder para las próximas elecciones. Sánchez sale triunfante y consolidado y Rivera se libra del socio indeseable; Podemos pasa a la oposición para someterse a los hervores que necesitan sus cuadros antes de administrar poder y España no sale mal parada con un gobierno de centro y una necesidad de pactos que propiciará reformas solidas y consensuadas.

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