Hace mucho tiempo que no escribo nada sobre la radio. No porque no me interese el argumento, sino porque soy de los que sostengo que en el medio sonoro no sucede nada nuevo. Sí, sucede todos los días, y mucho, pero me refiero a que desde el punto de vista de la comunicación, de la creación radiofónica, la radio española está en foto fija desde hace más de un decenio, o dos. La foto fija sigue funcionando hasta donde puede funcionar: se mantiene más o menos la audiencia: se sigue escuchando la radio, se trabaja cada día en poner en antena centenares de programas, de buenos programas, y de malos, pero la foto fija, solo produce “audiencia fija”, “trascencencia fija” “ “resultados comerciales fijos”, y nada más. La radio no vive su mejor momento. Frente a ella, la tv que le arrebató hace tiempo el poder de la inmediatez, que copiando muchos de sus formatos y contenidos ha sabido calar mucho más en nuevas audiencias, ocupa un lugar mucho más central en el panorama de los medios.
Ya señalaba en mi libro ”El Periodista de radio” ( 2015, Ed. Instituto de Rtve) que la gran asignatura pendiente es la recuperación de la audiencia de los jóvenes para la radio, más allá de las minorías jóvenes que puedan escuchar Radio 3 o alguna emisora o emisión musical.
Ya hace mucho tiempo que he defendido que la radio debe abandonar su modo inercia y apostar por nuevas formas y formatos, por nuevos profesionales que dejen de copiarse a sí mismos cada vez que se plantean poner en marcha un nuevo programa. También he apostado porque que sea RNE la que emprenda el ambicioso objetivo de ser la impulsora de la renovación radiofónica en nuestro país. Solo un 10 % de los oyentes tiene menos de 24 años. Deberemos pensar que si los jóvenes no tienen a la radio como uno de sus medios para comunicarse y recibir información, pronto la audiencia habrá muerto literalmente. Por tanto el primer objetivo de nuestra RNE debe ser el de motivar a la audiencia joven, multiplicando la presencia de la radio en la calle, en los espacios tecnológicos por donde se mueve ese sector de la población, en los lugares y ámbitos que son de su interés, en las escuelas, en la universidad, en sus mundos culturales.
Pues bien, ese momento ha llegado en parte a RNE que ha hecho una apuesta sin duda valiente, muy valiente, “trasplantando” casi literalmente un programa de Radio 3 a Radio 1, con Antonio Carmona al frente. Aplaudo la valentía, porque todo lo valiente es arriesgado, pero no todo lo valiente es acertado.
He estado escuchando estas primeras ediciones de “Mañana más” en RNE. Me he puesto en el papel de oyente, de simple oyente que ha superado la sesentena, es decir del oyente tipo de la radio estatal. Un oyente culto, abierto, que huye de la publicidad y que se siente acompañado al calor del sonido de la radio.
Probablemente seguirá escuchando RNE una buena porción de esta audiencia que no es conservadora ni inmovilista, pero otra buena porción no será capaz de engancharse sobre la marcha a la velocidad (literal) con la que desfilan los contenidos en la antena de las nuevas mañanas de RNE con la cadencia con la que los presentan Antonio Carmona y su segundo, Antonio Vicente. (Que pena que Carmona no tenga una segunda, por cierto, o al menos una presencia más femenina en los contenidos generales de su programa, donde domina la voz de bajas frecuencias masculinas). Seguramente, ese oyente sesentón, dirá que trasplantar un trozo de Radio 3 a lo que antes se llamó Radio 1 o mucho antes “primer programa” de Radio Nacional, no tiene demasiado mérito. Y tendrá razón, porque me parece que la operación de trasplante que es valiente y positiva me parece que no se ha hecho con la debida reflexión, y sobre todo no se ha materializado teniendo en cuenta el primer objetivo de toda iniciativa programática en los medios en general y en la radio especialmente: la audiencia.
Seguramente se me tachará de conservador si digo que la operación trasplante habría que haberla hecho gradualmente, o habría que haber comprobado antes si el “órgano” a trasplantar podría tener “rechazo” en el nuevo organismo en el que viven más de un millón de fieles oyentes.
Pero no solo el análisis de esta operación debe hacerse desde el punto de vista del riesgo de pérdida de oyentes que puede suponer, si no desde la perspectiva de cuanta audiencia (audiencia joven sobre todo) puede ganar. Los medios y en especial las emisoras de radio gozan de una audiencia fija e incondicional y en muchos casos viven de la fuerza de su “imagen de marca”. Ahí RNE se ha movido siempre en desventaja. Es la emisora que más agita su parrilla y donde los proyectos duran menos tiempo, y con ellos, la fortaleza de sus programas y de sus profesionales. Pero además le ha sido siempre muy dificultoso encontrar su “marca sonora” , su estilo, su forma de sonar.
El nuevo programa de las mañanas, suena diferente, eso es indiscutible, aunque suene demasiado a Radio3 , que no es malo de suyo. Es rompedor y deja algo
“antiguos” a los programas con los que compite en la SER, Onda Cero o la COPE donde se mantienen no solo las voces si no los formatos que nacieron casi en los años 70 con la irrupción del “protagonistas” de Luis del Olmo que supuso un “volantazo” a la radio como dice Iñaki Gabilondo, que se convirtió en el primer emulador del “invento” de del Olmo, que en realidad él no se atribuye a sí mismo si no al seguimiento de un programa de la RAI italiana que escuchó Jorge Arandes de vacaciones en Roma.
Pero no me quiero dejar arrastrar por la nostalgia, vuelvo a lo de hoy o a lo de mañana, “Mañana más” de mi querida radio nacional. Me gustaría que se asentase que encontrara su sitio y su audiencia , para ello creo que son necesarias dos cosas: que RNE aproveche la gran plataforma que le puede proporcionar su hermana mayor o menor cronológicamente hablando, que es TVE como gran escaparate de promoción. Que la r y la tv de la Corporación dejen de vivir en mundos separados. Y segundo, que el nuevo formato matinal sepa encontrar los ingredientes para ganar a los jóvenes para la escucha de la radio en directo, sin “matar” en el intento y de un plumazo a los viejos rockeros, que difícilmente van a interesarse de golpe por los nuevos movimientos musicales o culturales que dominan las flamantes mañanas en la “Casa de la Radio”. Viejos oyentes que a día de hoy son los que alimentan las buenas cifras del EGM.
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