He admirado siempre la compostura y elegancia de Iñigo ante el micófono y la cámara. Jamás un exceso inncesario, ni un gesto para vender más, ni una polémica. No necesitaba de estos resortes para ser el mejor en su época. Solo su bigote sobresalía en su imagen pública, pero incorporado a su fisonomía televisiva. Fue eficaz en sus entrevistas, incisivo en la moderación , pero siempre más que suficiente. Siempre me impresionó su voz limpia y grata invariable con el paso de los años, y su manera de decir, natural cien por cien.
La misma voz siempre desde sus inicios en Radio Bilbao hasta sus últimas intervenciones como comentarista en Eurovisión.
Lo sabia todo sobre la música de las últimas seis décadas, sin alardear de ello. Utilizando, sí, sus conocimientos en sus intervenciones de radio y tv.
José María Iñigo, fue un hombre moderno, un profesional innovador, de un nivel superior a la media. Para empezar no era normal con un presentador de radio de los 70 hablara inglés con dominio, y que tuviera hilo directo con las producciones discográficas que se editaban fuera de las fronteras de la españa rancia del franquismo. Su discreción, le permitió traer esa música que abrió más caminos de los que se cree hacia una esperada apertura y libertad. Contribuyó a que aquella españa no fuera tan pacata y estrecha de miras, al menos una vez a la semana, mientras España entera contemplaba muy atenta su "Estudio Abierto" o "Directísimo"
Iñigo, sin molestar a nadie, se atrevió a innovar en radio y tv. con nuevos formatos de espectáculo y entretenimiento. Aunque sea una anédota, me acuerdo siempre cuando presentó en uno de sus programas de radio la canción de Roberta Flack, Killing Me Softly with His Song. La anunció , la puso en antena, y cuando terminó, dijo..."esta es una de esas canciones que merecen ser escuchadas dos veces": y la pinchó de nuevo. Luego se convirtió en uno de los clasicos más escuchados de la historia de la música reciente.