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  • Guillermo Orduna

La mala fe del PSOE y los errores de Sánchez


Nos tuvo en vilo unos cuantos días el dimitido líder del PSOE, hasta decidir si seguia como diputado o abandonaba el escaño para seguir en la defensa numantina de su propia causa cada vez más confusa. Y una vez más, la última, Pedro Sáchez volvió a equivocarse. Su persona levantaba simpatías, sus partidarios aumentaron cuando se convirtió en resistente de las fuerzas vivas, y alguna casi muerta, de su anquilosado partido. Su apuesta clara fue la de oponerse. Oponerse a los barones, plantarle cara a la prepotencia injustificable de la lideresa andaluza y mantenerse inamovible en el no a un gobierno de derechas. Pedro Sánchez fue víctima sin duda de una operación impresentable y conspirativa de los sumos sacerdotes territoriales, capitaneados por la todopoderosa Susana. Un complot todavía no asumido por nadie, sin que se sepa aún quien hizo posible el milagro de las 17 dimisiones espontáneas y simultáneas en la Ejecutiva del partido de la rosa. Para seguir más aún en su linea de mala fe, la gestora se negó a facilitar como era evidente para evitar fracturas, una abstención técnica de 11 diputados que hubiera evitado la disidencia del PSC, hubiera allanado el camino a los críticos de Sánchez y logrado el objetivo final que era la investidura de Rajoy.

Sánchez supo concitar a su alrededor la conviccion creciente de muchos, de que tenía razón, de que no era de recibo que los socialistas dieran el salvoconducto a su principal oponente, el PP de Rajoy y la corrupción, para gobernar. Pero tras el vodevil de la Ejecutiva del 1 de octubre en el que unos y otros perdieron los papeles y convirtieron el cónclave en una asamblea de barrio bajo, Sánchez vuelve a cometer otro error eligiendo la peor opción: perder su escaño y por tanto quedarse desnudo políticamente para recuperar el poder en el partido.

Podría perfectamente haber explicado que igual que a él le fueron fieles muchos diputados que no compartían su defensa del NO, él ahora como ex-secretario general, debía la misma disciplina al grupo parlamentario y además debia pedir a los diputados díscolos reconsiderar su decisión y votar según el acuerdo del máximo órgano del partido, quizá con la premisa, que aunque algo batasuna, no me parece desacertada, de "por mandato impertaivo", que es como lo definió el propio Presidente de la gestora, Javier Martínez. De esa manera hubiera seguido políticamente vivo, no se hubiera fracturado tanto el grupo y no habría desaparecido de la escena, como va a ocurrir más pronto que tarde. Y especialmente después de haber cometido su útimo error con la entrevista en Salvados de la Sexta, donde arremetió tarde y mal contra quienes le atenazaban, aduló sin necesidad a Podemos y cayó en contradicciones flagrantes que acaban definitivamente con la credibilidad que pudiera tener, dejando claro que los intereses personales han primado en toda su zigzagueante y accidentada carrera. Un pena.

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