Como si se tratara de un viaje en el tiempo han emergido cual delfines del fondo del mar nada más ahogarse el capitan del barco, hombres y mujeres del PSOE desaparecidos de la escena. Resurgen disputándose la carrera hacia el timón de la nave, aunque el suelo esté escurridizo y el barco tenga los palos mayores quebrados. Los socialistas deciden conceder la abstención a Rajoy a cambio de nada, a destiempo y con juego sucio.
Parecía como si la baronía socialista hubiera permanecido hipnotizada y conteniendo sus verdaderos deseos de abstenerse ante la investudura de Rajoy, cantando todos a una el estribillo del "no es no" de Pedro Sánchez. Pero alguien enciende la mecha y de pronto la mitad de los miembros de la Ejecutiva dimiten, como dice Borrell (emergente del otro bando), porque una mañana se despertaron los 16 y dijeron: ¡anda! y ¿por qué no dimito hoy?
Después de consumada la conspiración de los 16, se abre el camino para el golpe de mano que acaba con la dimisión del Secretario General, y despues de tener el barco en zozobra, ya no queda más remedio que huir como del infierno de nuevas elecciones y por supuesto de todo pacto alternativo, porque tendríamos -dicen los que se han hecho con el mando- malos resultados. Pero son ellos mismos quienes han creado esa situación de suicidio del partido. Hunden el barco y luego se lamentan de que no pueden navegar.
Y resurgen de forma mágica los Pepe Blanco , las Valenciano y las Sorayas Rodriguez en primera fila del cada vez menos escalonado escenario donde se sientan los dirigentes del PSOE, o irrumpen en los debates televisivos, sembrándonos la duda de si serán imágenes de archivo. Pero no, son ellos de nuevo reapareciendo, no se sabe muy bien a título de qué, con los rostros un poco más asentados por la edad. Mientras, se agazapan entre la masa federal de la ejecutiva los auténticos hurdidores de la trama: Susana, escondida tras su inalterable y extemporánea sonrisa; y Javier Fernandez en su insuficiencia expresiva desde la que lanza mensajes imperativos sin cuota alguna a la negociación, eso sí, en voz muy baja y sin nada de agresividad.
Más abajo ya en la zona de total oscurirdad, están los Rubalcaba y los Felipes, desde las más subterraneas galerias fontaneriles de Ferraz, inyectando líquidos por los tubos comunicantes del partido que ya estarán tapando convenientemente para evitar que Sánchez (elegido por las bases y cesado por el poder caciquil de cuatro) pueda tener salida por alguna tubería que dé a la calle. Pero lo peor de la maniobra en la oscuridad de la vieja guardia socialista no es que vayan a entregar el gobierno a su antagónico , el PP, sumido en la corrupción y culpable de ahogar a la gente menos poderosa, sino el modo torticero y malintencionado de actuar, apretando el botón negro que resucita la acción de las cloacas a la que el PSOE recurre siempre en los momentos en que ve amenazado su estatus de partido de poder, o el elegido "democraticamente" no sigue los grandes intereses que solo la dirigencia está capacitada -por lo visto- para juzgar, según la presidenta del partido. En vez de hacer caminar al PSOE hacia una nueva izquierda, decente, sensata, firme y valiente, frente a la radicalidad a destiempo y la incertidumbre que inspiran sus nuevos adversarios, se arrima al calor de los viejos modos del bipartidismo, sin darse cuenta de que ya se ha apagado para siempre ese sol, y que están dejando el espacio libre a otros sistemas alternativos.