Que dos partidos se hayan puesto de acuerdo y logrado poner sobre la mesa un pacto articulado de intenciones, no es malo. Al contrario, han demostrado que se pueden dar pasos. Pero la firma solemne del acuerdo Ciudadanos-PSOE ya ha tenido efectos no deseados: Podemos, IU y Compromis se han levantado de la mesa de izquierdas; los socialistas han soliviantado a muchos de los suyos que ven desvanecerse los privilegios de controlar 18 de 38 Diputaciones, y Ciudadanos tiene más difícil, en caso de elecciones anticipadas, sostener los votos de quienes proceden del PP.
Si Rivera y Sánchez hubieran sido más moderados, no en el contenido del pacto, sino en su puesta en escena, las cosas hubieran sido diferentes. Sobraba el protocolo casi de corte real, la escenografía de "acuerdo histórico" y los discursos concluyentes. Solo era una propuesta, un punto de partida que no puede considerarse, con tanto boato, abierto a otros partidos. Bastaba con haberlo firmado y trasladado el documento a los demás grupos invitándoles a completar, negociar y seguir conformando un "acuerdo trasversal" como pretendían los socialistas. Sin discursos y sin protocolos.
Veremos ahora qué dicen las bases socialistas que pueden poner a Pedro Sánchenz de nuevo al borde del precipicio si rechazan el acuerdo o lo aprueban por un margen estrecho. Este error de comunicación nos lleva a una investidura baldía y a volver a empezar. Pero quedan dos meses de juego político y pueden pasar aún muchas cosas.