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  • Guillermo Orduna

Suspenso en diálogo


Estamos ante una situación inédita en la política española para la que los partidos y sus líderes carecen de experiencia. Se están comportando como auténticos novatos en el arte del entendimiento, del diálogo y del acuerdo, que hasta el ciudadano más alejado de la política está pidiendo a gritos.

Rajoy ha despachado la necesidad de entendimiento con una rondilla de contactos al día siguiente a las elecciones; y tras constatar que Pedro Sánchez no estaba muy por la labor, se volvió a encerrar en su concha de aislamiento hasta su huida hacia adelante del viernes pasado. Pedro Sánchez, aguarda agazapado hasta ver si el contrario se estrella y en espera a la vez de que sus adversarios internos le sigan dejando una rendija para actuar o son derrotados en los órganos internos. Además cierra puertas presentando categoricamente su no a pactar con el PP. Cosa que ya hizo con los "populismos". Albert Rivera que se presenta como adalid de la intermediación y el entendimiento central, pone por delante que se abstendrá -como mucho- para facilitar un gobierno o del PP o del PSOE, lo cual - además de ser una posición política descafeinada y calculada,- no daría fuerza suficiente a ningún gobierno. Y cierra toda posibilidad de acuerdo en cualquier escenario en el que esté Podemos , independientemente de las cuestiones pol´`iticas que plantee.

No parece posible que el PP se vaya a abstener para dejar al PSOE gobernar con Ciudadanos, ni tampoco se espera que el PSOE permitiera con su abstención un gobierno del PP al menos con la actual dirección socialista. Otra cosa será si el día 30 en el Comité Federal del PSOE hay rebelión de barones.

Y nos queda Pablo Iglesias con sus golpes de escena y la forma de presentar una oferta de gobierno de coalición sin contar con los coaligados y utilizando al Rey como intermediario, humillando al que le pide el pacto y diciendo que no se fía de él y que por eso quieren estar "vigilantes" en el gobierno. Así no puede haber mimbres para el entendiemiento, omo si la gobernabilidad de un país fuera un juego de órdagos. Compartiendo algunas líneas generales de reforma y de regeneración democrática, todas estas actuaciones de nuestros líderes va a hacer imposible que se pongan de acuerdo y nos llevarán - si no rectifican- a nuevas elecciones. Lo cual no es un drama, pero no garantiza que se desbloquee la situación.

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