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Guillermo Orduna

El precio de la propaganda


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El primer caso de contagio en Europa del virus del Ebola, a una auxiliar de enfermería española en Madrid no es un accidente. Además de los posibles agujeros en los protocolos sanitarios de seguridad o del posible fallo humano, lo que se ha producido es una negligencia política, una temeridad de la "autoridad" sanitaria, si se puede llamar así al control que ejerce sobre la sanidad española, la ministra Ana Mato. El contagio de esta sanitaria que atendió directamente al sacerdote Manuel García Viejo, fallecido a los pocos días de su traslado a España en medio de espectaculares cautelas (urnas de aislamiento, trajes buzo anticontagio, aviones, soldados, médicos, UVIS móviles, etc.), podría haberse evitado. Dudo mucho que las autoridades y expertos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), consideraran como mejor solución, traer a Europa el foco de una enefermedad mortal y contagiosa, como es el Ebola, en lugar de intentar trasladar los medios al foco de la infección. Sin embargo las "autoridades" españolas, optaron por el despliegue de medios, la activación de protocolos de emergencia y la publicidad llevada al extremo para trasladando a los misioneros a España como gesto de Estado generoso y humanitario. No seré yo quien carroñeramente condene esta actuación por el hecho de que murieran los dos sacerdotes. Podría no haber sido así, pero probablemente el resultado no había cambiado si se hubieran enviado los medios al lugar de origen de la infección en lugar de optar por traerla aquí. La diferencia entre una actuación responsable y tecnicamente seria, y la que hizo nuestro "ministerio de sanidad", es solo una: el afán desmedido de propaganda, cuyo precio vamos a pagar, esperemos que no sea muy alto.


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