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  • Guillermo Orduna

Raro y precipitado: ¿Qué está pasando?


Que no se haya previsto el blindaje jurídico del Rey Juan Carlos para el día después de su abdicación, ya es extraño; que no se haya filtrado nada antes de conocerse su decisión de poner fin al reinado, ya es increíble en este país; que no se hubiera previsto el estatus y hasta el tratamiento para el Monarca y la Reina Sofía para el periodo de posreinado, es sorprendente; pero para lo que ya no voy a encontrar adjetivo es para la decisión de que Juan Carlos, el padre del nuevo Rey, no asista a la Coronación de su hijo. Esto es sencillamente raro y sospechoso. Quiero pensar que es uno de esos errores que se rectifican a las pocas horas. O no, que diría el gallego.

Queda claro que todo este episodio de la abdicación se está haciendo con una precipitación impropia y nada habitual en un país que se supone maduro y civilizado. Todo esto me lleva a pensar que hay más cosas o razones ocultas detrás de los acontecimientos que estamos viviendo. Vamos a asistir a la extraña situación que de quien ha reinado durante 39 años nuestro país, no esté en el Congreso, mientras se produce el hecho máximo del sistema monárquico: el momento de la transmisión hereditaria de los "poderes" del Monarca. Da la impresion de que la siguiente noticia tras los actos y fastos de la exaltación del Rey va a ser: "Don Juan Carlos ha abandonando la Zarzuela hacia un lugar desconocido". "El Rey saliente ha dejado unos documentos fechados en Suiza, las combinaciones de las cajas fuertes y una carta personal para Doña Sofía. No se sabe más de la misteriosa desaparición, ni quien le acompañaba al abandonar el palacio la pasada madrugada, aunque se ha podido observar en la penumbra la silueta de una mujer de mediana edad y melena larga".

Volviendo a la extraña realidad, tampoco sabemos, por qué no habrá representaciones de países extranjeros, ni siquiera de las realezas colindantes que van a ser privadas de ocasión para exhibir sus brillos y esplendores. Todo es impensable.

Se va a producir esa insólita situación de que el padre del nuevo Rey no esté en el juramente de su hijo, igual que no lo estuvo Don Juan de Borbón en la Coronación de su hijo y heredero Juan Carlos. Pero entonces en circuntancias muy diferentes en las que nadie siquiera, se preguntó la razones de esa ausencia: eran obvias. Al mismo tiempo el Director General de la Policía, Ignacio Cosidó, habla ayer de que "el terrorismo anarquista se ha implantado en nuestro país y existen riesgos de atentados". Cierto es que en momentos históricos murieron asesinados varios de nuestros máximos madatarios, desde Prim en 1870, pasando por Canalejas, Cánovas, Dato, hasta Carrero Blanco en 1973. Aprovechando el eco del momento una bomba intentó matar a Alfonso XIII y a su esposa Victoria Eugenia, el día de su boda, el 31 de mayo de 1906. Atentado en el que murieron 28 personas en plena calle Mayor de Madrid por la bomba que lanzó el anarquista Mateo Morral, nombre que adoptó el comando que atentó en Octubre pasado en la Basílica de El Pilar de Zaragoza, y hecho al que aludió ayer el Director de la Policía. Todos estos antecedentes me llevan a pensar que la única explicación de la ausencia de Juan Carlos junto al nuevo Rey sea un exceso de precaución ante un posible atentado de este tipo que dejara sin monarca ni heredero hábil para ocupar la Corona. Pero la posibilidad es tan remota, que mi desconcierto no se aplaca.

Todo es extraño; Todo se está precipitando: abandonos y dimisiones de políticos tras décadas de actividad, relevos, improvisaciones clamorosas, tiempo de relevos, de surgimiento de políticos noveles, de incertidumbres, de raros e impensables comportamientos. ¿Qué está pasando?

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