Estamos asistiendo al espectáculo culmen de la politiquería, no de la política. Una política de la suciedad, el interés de partido, la estrategia para ganar, la argucia para hundir al otro, el engaño y las medias verdades. Este es el verdadero drama en el que estamos en España después de los últimos acontecimientos. El problema no es un resultado electoral complejo que hace difícil la gobernabilidad. Lo que verdaderamente bloquea la situación es la hipócrita actuación de los partidos políticos que se llenan la boca del "todo por la patria" para en realidad actuar bajo la premisa del "todo por mí y por mi partido".
Los ciudadanos, la gente -como dicen otros- es lo de menos y sus problemas, una insignificancia ante los grandes retos y "desafíos históricos que tendrá que jugar el Partido", sea el que sea.
El PP solo aspira a una cosa: conservar el poder a toda costa, y particularmente Mariano Rajoy, a seguir siendo él quien lo encabece con o sin nuevas elecciones. El PSOE, sumido en su propia miseria interna de rivalidades personales sin contenido ideológico, intentando encabezar un gobierno con Podemos, que cada vez se desdibuja más a sí mismo, y que descaradamente aspira a devorar a los debilitados socialistas. Podemos, con su tacticismo sibilino, poniendo insalvables condiciones para poder decir que si no hubo pacto fue por culpa de otros. Ciudadanos, ya incorporado a los usos de la más vieja política, apuntándose a todas por si les va bien fuera o dentro, arriba o abajo, a izquierda o a derecha. Primero negando apoyos a todos y luego ofreciéndolos para salvar la "unidad de España". Expresión tan desgastada como fatua.
No digamos en Cataluña, donde el tacticismo más marrano se ha desatado tras el no de la CUP al engendro que ellos mismos han alimentado durante semanas y al que finalmente no han dado vida para bien de los catalanes, de los españoles y de la humanidad con cerebro.
Si queremos adivinar qué va a suceder; cual será la fórmula de gobierno que finalmente se alcanzará, si se alcanza, y qué nos espera en el panorama político inmediato, es muy sencillo: reflexionen, no sobre este país y sus problemas, no sobre los grandes déficits democráticos e insuficiencias, sino sobre qué le interesa a cada partido en cada momento. Combinen esos oscuros intereses, agiten todos los ingredientes y tendrán la solución. Eso sí, de nosotros los ciudadanos como ingrediente, solo unas gotitas por favor…no se vaya a malograr el coctel.