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Guillermo Orduna

El fenómeno Pablo Iglesias


Pablo Iglesias

Ya han pasado unas cuantas semanas desde que este joven catedrático de Ciencia Política, se convirtiera en eurodiputado desde su candidatura progre y radical. Pero la trascendencia de su irrupción política ha ido mucho más allá. Desde el minuto cero, todos en tropel (a los que él llama "casta") se han abalanzado sobre su figura para descalificarla desde los más variados enfoques en sospechosa coincidencia PP-PSOE. Pablo Iglesias es el primer peligro electoral desde la transición, para las dos grandes formaciones políticas que viven sus horas más bajas.

Quieran reconocerlo o no, la influencia de Podemos y de sus tesis, han hecho una mella profunda en la política española: ¡Hasta el PP de Andalucía propone ahora una "renta básica" para personas con pocos recursos ! Es una de las propuestas de Iglesias que recita como letanías todas sus ideas o alternativas. Desde que apareció en la escena política, tras su brillante paso por el género de la tertulia televisiva, ha cambiado el secretario general del Psoe, su sucesor ha sido designado en elección abierta por todos los militantes, el Rey ha rectificado su posición contraria a abdicar y ha llegado al convencimiento de que la única posibilidad de salvar la monarquía era ceder el trono a su hijo. Los políticos hablan cada vez más de “lo que piensa la ciudadanía”, de sus necesidades, de lo hartos que están de la clase política; el gobierno destina unos cuantos millones para paliar la pobreza infantil; Izquierda Unida ha pasado de ignorar a la nueva fuerza a agarrarse a ella como tabla de salvación poniendo la cara joven de Alberto Garzón por delante de la imagen del viejo camarada, nunca consumado como líder, Cayo Lara. Los movimientos de fichas son constantes, mientras las críticas a Iglesias arrecian convirtiéndose en verdaderas agresiones. Su colega de cátedra, Antonio Elorza ha llegado a escribir en El país juicios temerarios impropios de un profesor de Ciencias Políticas, al que aprecio: “A Pablo Iglesias le repugna la democracia como procedimiento, pero no para de invocarla”, Y define sus proyecto político como “una ilusión de democracia directa, bajo dirección leninista”. Ahí está la fuerza de Pablo Iglesias y su “Podemos”; sus denuncias, sus propuestas, duelen en la herida de una democracia gastada, ficticia y en muchos aspectos podrida. El Partido Popular ha puesto delante de las cuadrigas a su dama de hierro Esperanza Aguirre, para acusar burdamente a Iglesias de estar con ETA, con la dictadura de los Castro y con las dudosas democracias chavistas. Las derivas que tome la línea política de Podemos están por ver. Hasta ahora, todo bien. Asoman verdades como puños en sus discursos aunque habrá que ver qué sucede cuando pase a la acción. Y tres errores que su implacable política de comunicación debería rectificar: Primero, debe amortizar el término "casta" para designar a la vieja clase política: ya está desgastado. Quizá el tertulianismo que le alzó pueda acabar con él -a pesar de su brillantez- si no modera la frecuencia de sus apariciones. Y tercero, igual que ha condenado a ETA, podría condenar la dictadura cubana y los abusos del chavismo. No le costaría nada y ganaría mucho él, y el resto, que disiparíamos algunas dudas. Debe hacerlo, no cuando lo pida Esperanza Aguirre, pero estaría bien.

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