El Rolls-Royce en el que se pasearon los Reyes Felipe y Letizia por las calles de Madrid durante su proclamación, es uno de los tres Phanton IV, modelos exclusivos para jefes de estado, que encargó el dictador Franco en 1952 y que aún conserva el Patrimonio Nacional.
No lo digo como crítica, pues me es indiferente que aquello que nos pertenece se conserve para etapas posteriores, aunque sean herencias del negro periodo de la autarquía.
Quizá lo que hay que eliminar son otras muchas cosas, que aún permanecen más o menos íntegras de aquella era del ordeno y mando, donde todas y cada una de las instancias de poder permanecían atadas en un mismo haz, como formando aquel icono en forma de equis y lleno de flechas.
Algunas de ellas, como digo, aun permanecen. De forma disipada y maliciosa se han agazapado en nuestro ordenamiento para seguir siendo resortes exclusivos del poder. Díganme, si no, ¿qué es? mas que control del poder judicial, que sus magistrados sean elegidos de la forma más natural y obscena por los partidos políticos que se reparten las plazas en lotes, como si se tratara de la vajilla de la abuela el día de su funeral.
¿Qué es?, sino una malformación del sistema, que el capital de las SICAV, las sociedades en las que lo verdaderos ricos esconden su dinero sin apenas pagar impuestos, haya aumentado en este último ejercicio. Si a finales del año pasado, se situaba en 28.007,7 millones de euros, a finales de marzo de este año había aumentado 1.373,5 millones más, mientras el ciudadano de a pie ve como "el rigor de la crisis económica -en palabras del nuevo Rey - les golpea duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas"
Con la "llegada" de la democracia vivimos un momento cegador en el que todo parecía reafirmar nuestra libertad como ciudadanos. Ahora que los vientos de estos años han eliminado ya todo el polvo mágico de la transición, es cuando salen a la vista lo que no fue eliminado de raíz en aquella etapa deslumbradora del cambio.
El poder excesivo de la dictadura fue repartido entre los partidos bajo la tutela del los grupos de poder económico; la voz del pueblo manipulada por el franquismo en su favor a través de plebiscitos grotescos y “tercios familiares”, se depositó en un ejercicio fatuo de decisión que desempolva urnas cada cuatro años.
Queda mucho aún sin limpiar del todo de la etapa negra del poder absoluto. ¿Será ahora el momento? En el discurso de Felipe VI no se dice, pero tampoco se excluye nada. El de su padre en el día de su coronación fue más explícito. Quizá era más fácil decir algo en una España en la que nadie decía nada. Ahora, todo está por ver y por hacer. Conservemos solo el Rolls, como pieza de museo, y eliminemos lo que el tapiz de la transición dejó oculto de la vieja etapa.